23 de marzo de 2008

EL MARTIRIO DE OSCAR ARNULFO ROMERO

Monseñor Romero, como todos cariñosamente lo llaman, nació de su pueblo, vivió por su pueblo y murió por su pueblo.

Según sus datos biográficos el nació en el seno de una familia humilde en ciudad Barrios, departamento de San Miguel, El Salvador, el día 15 de agosto de 1917.

Fue nombrado Arzobispo de San Salvador, el 23 de febrero de 1977, cuando el país atravesaba uno de los momentos mas dolorosos de su historia, una guerra civil que dejo mas de 70.000 muertos un numero incalculable de desaparecidos, y una comunidad en diáspora de mas de dos millones de salvadoreños diseminados al rededor del mundo.

Como pastor de la Iglesia Católica en El Salvador, Monseñor Romero estuvo muy cerca de su pueblo. A través de visitas pastorales en diferentes comunidades de la ciudad, pueblos y cantones, el aprendió el efecto que la guerra tendría entre los más pobres. Fue testigo de las injusticias y atropellos que día a día se cometían en contra de los sectores más marginales y respondió personalmente al clamor de su pueblo que demandaba

una sociedad mas justa. “Yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo y, entonces, sí, recibir del pueblo y analizarlo y junto al pueblo hacerlo construcción de la Iglesia” (30 de septiembre de 1979).

También instaba a la iglesia a que se hiciera al lado del pobre porque "una Iglesia que no se une a los pobres no es verdadera Iglesia" (Febrero, 1980).

Desde su pulpito y armado únicamente con su fe, Monseñor Romero comenzó a predicar su opción fundamental por los pobres, en contra de la guerra, por la paz y por una justicia social duradera auspiciada por el espíritu de amor cristiano. Su sermón dominical se volvió para los Salvadoreños motivo de aliento y esperanza, y su palabra se volvió para mundo el eco de un pueblo en busca de la paz.

Tomar una opción fundamental por los pobres presento una afrenta a las estructuras de poder que en esos tiempos gobernaban al país. Quienes lo hicieron objeto de críticas, calumnias y amenazas en contra de su vida.

Pero nada logro intimidarlo. Oscar Romero continúo predicando muy claramente su evangelio y respondía a los que lo criticaban con mucha elocuencia.

"Muchos andan diciendo que yo soy presionado y que estoy predicando cosas que no creo. Hablo con convicción, sé que les estoy diciendo la Palabra deDios. He confrontado su palabra con el magisterio y creo en mi conciencia que estoy bien” (15 de mayo de 1977)

A medida que la campaña de desprestigio seguía en su contra, el seguía asumiendo su posición de seguir el evangelio por los pobres.

“Sólo siguiéndolo, aun cuando se nos llame locos cuando se nos llame subversivos, comunistas y todos los calificativos que se nos dicen, sabemos que no hacemos más que predicar el testimonio subversivo de las bienaventuranzas, que le han dado vuelta a todo, para proclamar bienaventurados a los pobres, bienaventurados alos sedientos de justicia, bienaventurados a los que sufren” (11 de mayo de1978).

Ante la amenazas de muerte que persistían Monseñor Romero encontraba aliento en la tradición cristiana de vivir y dar la vida por los pobres, y nos recordaba que

“Cristo nos invita a no tenerle miedo a la persecución porque, créanlo hermanos, el que se conpromete con los pobres tiene que correr el mismo destino de los pobres: ser desaparecidos,ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres” (17 de febrero de 1980)

Cuando su muerte era inminente e inevitable monseñor se resigno a su destino, como lo habían hecho muchos antes que el, en El Salvador y otros lugares del tiempo y el espacio donde la falta de justicia hace que hombres y mujeres tomen la opción fundamental por los mas oprimidos. Sus ultimas palabras, minutos antes de se asesinado, nos recuerdan de la tradición que se estableció en la ultima cena de Jesús el hijo de dios.

"Que este Cuerpo inmolado y esta Sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también para dar nuestro cuerpoy nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo."(24 de marzo de 1980).

Monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la Misa en la Capilla del Hospital La Divina Providencia en San Salvador. Todo el mundo sabe que la bala que atravesó su cuerpo fue disparada desde los escalafones más altos del gobierno Salvadoreño. Simplemente por instar a los miembros del ejercito a que obedecieran la ley dios de no matar, y por llamar a cese de la represión en contra del pueblo. Su muerte causó mucho dolor en el pueblo que tanto lo quería y un impacto en la conciencia de los hombres y mujeres que creen en un mundo con paz y justicia social.

Sus asesinos y aquellos que ordenaron su muerte continúan viviendo libres bajo un régimen de impunidad que los protege de la justicia humana. Pero la justicia de dios es divina pues ha hecho que las palabras de Monseñor Romero se vuelvan proféticas cuando dijera "si me matan resucitarte en el pueblo Salvadoreño". En este aniversario de su muerte, los Salvadoreños y el mundo rendimos honor a sus palabras al celebrar su vida, conmerar muerte y resurrección porque el espíritu de Monseñor Romero vive en el corazón de todos aquellos que creen en la paz y la justicia social.